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[CRÍTICA: “El Planeta de los simios: Nuevo Reino” de Wes Ball]

  • Foto del escritor: Gonzalo "Sayo" Hurtado
    Gonzalo "Sayo" Hurtado
  • 10 may 2024
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 17 may 2024

La saga no se agota y más que sentirse como un episodio 4 de la misma, es más el sabor de un nuevo inicio que camina con alas propias y con un elenco de jóvenes estrellas.

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Desde fines de los 80, la idea de traer de vuelta a la pantalla grande al clásico El planeta de los simios rondó por Hollywood, siendo voceado en 1989 un proyecto que encabezaba Arnold Schwarzenegger, tomando el papel del astronauta Taylor (Charlton Heston) de la película inicial de 1968 y dirigido por Oliver Stone. Sin embargo, todo fue desestimado hasta 2001, con la lamentable y poco imaginativa versión de Tim Burton que enterró el tema por largos años. El reinicio de la saga en 2011 con El origen del planeta de los simios de Rupert Wyatt (la mejor de todas las nuevas versiones), tuvo aceptación al no tomar a pie juntillas a la original e introducir elementos novedosos para configurar una nueva aventura que Matt Reeves elevó en la segunda entrega de 2014, pero que cerró en 2017 con menos fuerza que sus predecesoras.

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Todas las entregas de "El planeta de los simios": De 1968 a 2017


En su intención de seguir sacando agua del pozo, la Twentieth Century Fox ha puesto como director de esta nueva entrega a Wes Ball, quien dejó buena impresión con la saga post-apocalíptica de The Maze Runner” (2014), además de confirmar a los guionistas Rick Jaffa y Amanda Silver, responsables de la reingeniería de la trilogía anterior, siendo reforzados por un típico escritor de industria como Josh Friedman. El resultado es alentador y no pierde la esencia original de la novela de Pierre Boulle ni su sentido de advertencia ante un futuro inevitablemente funesto.


MONOS Y MONADAS

 

300 años después de la muerte de su líder, César (Andy Serkis), los simios parten en una diáspora como si se tratara del pueblo de Israel y quedan dispersos a lo largo de la Tierra en clanes muy diferentes, mientras que los humanos que han sobrevivido a una mortal epidemia han involucionado en seres salvajes y primitivos. La aldea simia de Noa (Owen Teague) es arrasada por las tropas de un nuevo “César”: Proximus (Kevin Durand), quienes los toman prisioneros y los llevan a una villa a las orillas del mar. Noa, que es dado por muerto, emprende el viaje para liberar a los suyos con la ayuda del noble orangután Raka (Peter Macon) y Mae (Freya Allan), una humana que los sigue por hambre.

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Si el momento del salvaje asalto remite a más de uno a las escenas iniciales de Conan el bárbaro” (1982) de John Milius, hay que recordar que esa producción tenía como filosofía dominante el “secreto del acero”, mientras que el clan de Noa se rige por una máxima no violenta como la comunión con la naturaleza a través de la cría de águilas. Este componente, que lejos de sonar a alguna lectura forzada de “ecología”, es un precepto más consecuente luego de las entregas 2 y 3 de la anterior trilogía, en la que el liderazgo de César sonaba más impositivo desde una veneración casi ciega hacia un líder que si bien era justo, no se tomaba el trabajo de entender más a sus seguidores para evitar conatos de rebelión (como si sucedió).

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JUEGO DE TRONOS

 

La historia está estructurada como un viaje de aprendizaje, liberación y ascenso para un joven prometedor como Noa, quien necesita una prueba como esta para demostrar su valía, la que se valida a través de escenas de acción que dan cuenta tanto de su potencial como de sus debilidades (el CGI está a la altura de ello), sacando de él la capacidad reflexiva y estratégica de un líder natural y que lo opone a la figura autoritaria de Maximus, cuyo entorno militarizado se vale del escaso recuerdo en torno al verdadero César para crear un liderazgo deformado en favor de una autocracia severa (los paralelos con democracias autoritarias actuales son inevitables).

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No deja de ser curioso este cuestionamiento en torno a un gobierno que no solo manipula a su “clase popular” para afianzar su hegemonía. Luego podremos comprobar que la insistencia por acceder a un antiguo arsenal militar humano no es más que el consabido apetito por el poder de una cúpula corrupta. En este punto, las ansias de Maximus por acceder a ese tesoro y del que la joven Mae sabe más de lo que todos suponen, llega a remitir al mismo rey “Loui” de “El libro de la selva” (1967), ansioso por obtener el secreto del fuego de Mowgli (la apariencia inicialmente frágil de la chica nos sugiere a ese personaje). A pesar que gran parte del elenco lo componen actores de perfil más bajo en el cine, la apuesta ha sido acertada al sostener la historia e insuflar aires renovados la saga.

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Maximus (Kevin Durand) quiere obtener de Mae (Freya Allen) el acceso a un arsenal con las mismas ansías que el Rey Louis desea el secreto del fuego de Mowgli en "El libro de la selva" (1967).


Parte del encanto de esta nueva entrega lo es no solo la evidente lucha de Noa y sus amigos contra ese Statu Quo. Personajes como el de una Mae que se hace pasar por una simple “salvaje”, pero que luego demuestra ser parte de un engranaje de humanos escondidos en bunkers y con capacidad tecnológica para resucitar al mundo como lo conocemos, deja pistas suficientes para intuir por donde vendrán los nuevos conflictos y enemigos de una saga que se hace inagotable. Así, frente a una Mae más fría y calculadora de lo que su dulce apariencia sugiere, tenemos a un Noa que ha pasado su primera prueba, pero cuyo temple y bravura no se ha manifestado por completo aún.

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Mae (Freya Allen), menos inocente de lo que aparenta.


En el caso del Trevathan interpretado por William H Macy, el adulón y servil humano de Maximus, no es sino la manifestación de los “colaboracionistas” que solo intentan mantener un orden injusto si es que los favorece personalmente. En esa dimensión de roles políticos es que la película encuentra su peso específico, siendo un guión muy cuidadoso de referenciar a los tiempos actuales desde liderazgos y gobiernos cuestionados, hecho que no salva a la producción de ser más evidente y menos sutil que sus predecesoras, sobre todo cuando el villano principal manifiesta sus intenciones verbalmente en lugar de sugerirlas. Aunque El planeta de los simios: Nuevo Reino, ha llegado aquí a un punto de confrontación más allá de los parámetros de 1968 y eso no deja de ser emocionante y alentador de cara a lo que se viene, es manifiesta la intención de sus productores de encaminar este tramo por una tendencia a la aventura menos compleja que lo planteado en la anterior trilogía.

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1 comentario


tubrothertv
15 may 2024

Crítica muy acertada!!

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