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[CRÍTICA: “Black Widow” de Cate Shortland]

  • Foto del escritor: Gonzalo "Sayo" Hurtado
    Gonzalo "Sayo" Hurtado
  • 14 jul 2021
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 20 ene 2023

El esperado debut en solitario de esta heroína de la factoría Marvel deja un sinsabor a pesar de sus buenas cifras en la taquilla. “Black Widow” abunda en efectos especiales y valores de producción, pero es precisamente el abuso de estas características lo que la pone en el mismo horizonte que numerosas propuestas de acción que han pasado rápidamente al olvido.

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Es un largo camino el que ha recorrido este personaje desde su debut en los cómics en 1964 de la mano de Stan Lee, Don Rico y Don Hecks. “Viuda Negra” -o su nombre de pila como Natasha Romanoff- se sumó al discurso ideológico del que se valió Marvel para llegar con mayor vigor a un público que vivía intensamente la Guerra Fría entre la URSS y los EEUU. Concebida inicialmente como una muchacha reclutada por la KGB para convertirla no solo en una hábil espía sino también en una experta en artes marciales y sofisticadas armas, pronto la fragilidad de sus sentimientos por otro criminal devenido en superhéroe como Hawkman la lleva a desertar a Norteamérica, donde es captada por la agencia S.H.I.E.L.D.


Desde sus primeras apariciones en la pantalla chica en versiones animadas de “cartón piedra” de los 60 hasta otras mucho más sofisticadas que la famosa casa de cómics le reservó en sus diversas franquicias hasta bien entrados los 90, el personaje no había tenido oportunidad de ser llevado a la pantalla grande en la piel de una actriz, problema que Scarlett Johansson solucionó en 2010 al presentarse por todo lo alto en Iron Man 2, para luego integrarse al universo de los Avengers y redondear un total de 8 apariciones.

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Detrás de la Viuda Negra


Si la Wonder Woman” (2017) de la DC ya había demostrado lo lucrativo que pueden resultar las heroínas en estos tiempos de empoderamiento femenino, Capitana Marvel” (2019) fue la respuesta de la casa rival para demostrar ese punto con una taquilla que reafirmaba la pasión de los fanáticos por ver a sus objetos de culto en el cine más allá de lo poco novedosa de una historia. Era pues solo cuestión de tiempo para que los estudios Walt Disney se decidieran a darle una oportunidad a la voluptuosa agente rusa.


Como suele ser recurrente en los últimos años, el darle forma a la adaptación de esta nueva aventura supuso una apuesta segura desde la dirección con algún talento autoral o del circuito independiente. Si Chloé Zhao recaló en Eternals tras el suceso de Nomadland en los premios Oscar, la australiana Cate Shortland fue la elección lógica para tomar el encargo con el recuerdo de dramas suyos de honda fibra como Lore” (2012) o thrillers introspectivos como Berlin Syndrome” (2017).


La aventura en sí


La historia presente se sitúa entre los sucesos acontecidos entre Capitán América: Civil War” (2016) y Avengers: Infinity War” (2018), cuando la agente Nastasha Romanoff se haya proscrita por dejar escapar al Capitán América (Chris Evans) tras el enfrentamiento entre los 2 bandos de los Avengers en el aeropuerto de Leipzig/Halle, siendo perseguida por el Secretario de Estado Thaddeus Ross (William Hurt) –antiguo suegro de Hulk/Bruce Banner-, pero ella aprovecha su nueva condición de fugitiva para ubicar a su “hermana perdida” Yelena Belova (Florence Pugh), por lo que viaja a Budapest para desentrañar uno de los grandes misterios de su vida como lo es el haber sido parte de una familia “postiza” de espías rusos en su niñez. La ocasión la reencontrará con Yelena, quien acaba de escapar de la siniestra red de jóvenes agentes “Salón Rojo” (donde Natasha también se formó) liderada por el turbio ex militar Dreykov (Ray Winstone). Ambas muchachas se hacen el propósito de terminar con dicha organización ayudadas por sus “antiguos padres”: Alexei Shostakov (David Harbour), un símil ruso del Capitán América que se hace llamar Red Guardian, y Melina Vostokoff (Rachel Weisz), una brillante científica.

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Sin ánimo de ser mezquino, lo mejor de la película se encuentra precisamente en la secuencia inicial ambientada en 1995 (con una Natasha adolescente), cuando la “idílica” vida de esta familia de espías se rompe al ser descubiertos por las autoridades estadounidenses y deben huir en medio de una balacera en una avioneta rumbo a Cuba para ser reasignados a nuevos propósitos. A diferencia del resto de la película, la escena no solo brilla por sí misma desde su pulcra coreografía, también evoca a mucho del imaginario hollywoodense alrededor de producciones sobre espionaje que delatan la doble vida: desde Telefon” (1977) con Charles Bronson y ejemplos clase B como El ejecutor de la CIA” (1982), hasta variantes de comedia como "True Lies" (1994) con el forzudo Arnold Schwarzenegger.


De ese prometedor inicio queda la sensación palpable de esa imagen que la Guerra Fría consagró en su afán de retratar y justificar la persecución contra el “comunismo” como la posibilidad latente de tener filtrado al enemigo en casa. Pero tras la magia de aquel momento, lo que viene después es una historia más anclada al universo del espionaje que al de superhéroes, haciendo mofa incluso de la vacuidad del mismo James Bond cuando la joven mira con cierto desdén una escena de Moonraker” (1979), como marcando distancia del glamour y la superficialidad que le imprimía Roger Moore.

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Pero un personaje silencioso como lo es Black Widow y cuyo misterio finalmente se desvela para ir detrás de su característica frialdad nos deja solo retazos en la confrontación con Yelena, cuando ésta la cuestiona desde su halo heroico y vacío como “heroína” en los medios, hasta la explotación de su mismo físico a través de las poses que suele desplegar durante sus performances de lucha. Más allá de aquellos momentos de íntimo careo, la necesidad de ingresar a la lucha interior de Natasha se diluye en medio de parafernalias de acción que se sienten repetidas mil veces desde propuestas banales como Los ángeles de Charlie” (2000) o en los muchos alardes de la saga de Misión Imposible, creando más intriga el saber que hay detrás del enigmático guerrero Taskmaster, su enemigo de turno, pero que solo resulta ser un gancho pasajero de la película.


Lo más escalofriante se encuentra más bien en la revelación del yo criminal de Natasha al ponerse en evidencia su complicidad en un atentado años atrás y que tuvo como daño colateral la muerte de una chica inocente, lo que va más allá del compromiso ideológico de Marvel al justificar una suerte de terrorismo y/o sicariato que normaliza ante el público hechos que ya son cotidianos desde el accionar del Departamento de Estado estadounidense por imponer su hegemonía en Medio Oriente y el Tercer Mundo. Nada raro en películas y series que hace varios años buscan una excusa para el accionar de los "chicos buenos" contra los enemigos de Occidente.

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Lo que si nos deja con ánimo de conocer más es ese curioso imaginario que evoca el “Red Guardian” que David Harbour compone con no poco cinismo al ser retratado como un superhéroe que se niega a morir a pesar de su desgastado físico. La sola idea de imaginar ese universo de agentes rusos guiados por un Capitán América de las estepas y su lucha contra el modelo americano al que luego se acogerá, suena de por sí más seductor que este vehículo que termina sepultado por ánimos de espectacularidad que solo delatan su carácter soso y poco imaginativo, siendo inferior a ejemplos más recientes como la lograda Atomic Blonde” (2017) con Charlize Theron. Al parecer, la directora Cate Shortland se conformó con prestar su nombre seducida por la bonita suma de su cheque.

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