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  • Foto del escritorGonzalo "Sayo" Hurtado

[CRÍTICA: “La Pena Máxima” de Michel Gomez]

Actualizado: 9 dic 2022

Si la adaptación de la novela homónima de Santiago Roncagliolo podía sonar atractiva por el tema de intriga política que trata, pues toda expectativa sucumbe al mostrar más la inclinación de su director a su formación televisiva que a su escasa pericia en el cine.


Este director de origen francés afincado en nuestro país desde inicios de los 80 se inició en el audiovisual con los documentales Paititi” (1980) y Senderos de violencia” (1985), el cortometraje Huaqueros” (1983) y el largo de ficción Todas las sangres” (1987), desastrosa adaptación de la novela de José María Arguedas y de la que se retiró a mitad de rodaje por desacuerdos con la producción (hecho por el cual ignoramos la proporción de su aporte). Tras una fructífera carrera desde 1991 con la miniserie Regresa, la televisión le fue generosa con este formato y luego con telenovelas como Los de arriba y los de abajo (1994-95), con la que rompió el molde tradicional del género basado en estereotipos extranjeros y apostó por una suerte de “crónica social” en la que dio voz a personajes de las clases bajas.

"Todas las sangres" (1987), debut de Michel Gomez en el largo de ficción


Sin embargo, con el paso de los años el estilo que alguna vez fue innovador se hizo repetitivo en base a la solemnidad de sus personajes, un humor soso y cándido y su tendencia a pintar finales con una gruesa brocha entre el bien y el mal. El final de ese ciclo nos trae ahora a Gomez con ínfulas de llevar su dimensión televisiva de “autor” al cine. Con un hiato de 35 años desde su primera aventura en celuloide, ahora recurre a la novela del escritor Santiago Roncagiolo, situada en nuestro país en pleno mundial de Argentina ’78 como telón de fondo del perverso “Plan Cóndor”, mediante el cual la dictadura de Jorge Videla recurrió a sus pares sudamericanos –entre ellos el finado Francisco Morales Bermúdez- para secuestrar en Perú y otros países de la región a opositores argentinos a su régimen para extraditarlos, torturarlos y matarlos.


De tan prometedora trama nos queda más bien la sensación de desdibujar lo que pudo ser un potente thriller de intriga política devenido en una historia que naufraga al no poder ser sostenida por personajes que son más bien pinceladas superficiales de ellos mismos. En ese sentido, el Félix Chacaltana que compone Emanuel Soriano –personaje emblemático de las novelas de Roncagliolo- pretende mostrar al futuro fiscal como un asistente del Archivo General de los Tribunales del Poder Judicial en su etapa formativa y con un apego a la ley y la institucionalidad al límite con la caricatura –tan patética representación llega a ser una versión más exagerada del novato periodista que Giovanni Ciccia interpretó en "Tinta Roja" de Francisco Lombardi-, llegando a llevar la historia a involuntarias lecturas al mostrar su inexperiencia amatoria a un nivel en el que su misma sexualidad siembra más de una duda.


A través de ese espejo de “inocencia” que es el protagonista, asistimos a la revelación del mentado “Plan Cóndor” a partir de un funcionario ingenuo e inocuo que, sin querer, se involucra en una investigación por la muerte de un querido amigo (Diego Dibós), cuya aparición reiterada a través de flashbacks en blanco y negro no hace más que delatar el uso de recursos de lenguaje televisivo que resienten el ritmo del relato al igual que los continuos fades a negro, el capricho por las tomas de “dron” y una edición al corte que en los tramos finales pareciera que se hubiera hecho a machete limpio. Del elenco que acompaña a Soriano, el director Gomez no parece querer explotarlos más allá de algunos rasgos simplones que nos remiten a tantas de sus telenovelas. Así, el objeto de deseo que supone la presencia de Fiorella Pennano como la joven novia de Félix, termina siendo un elemento decorativo, la castrante y beata madre de éste (Úrsula Mármol), un cliché de una limeña pacata y el Director del Archivo Nacional (Ismael Contreras), una alegoría de un burócrata con más afinidad en sketchs de programas cómicos.


Llama la atención el hecho de que el guion –adaptado por el mismo Roncagliolo- sea una muestra de todas las deficiencias anotadas anteriormente, siendo la edición alterna de la parte investigativa con el Mundial de Fútbol un recurso que termina agotándose al ser solo un apunte que no explota la pasión del hincha con un desarrollo propio más que ver a un grupo de tipos gritando todo el tiempo. El momento de asistir a la resolución del nudo de la historia, no hace más que desnudar el carácter escasamente creíble de Félix, incapaz de sostener la historia desde su ingenuidad, lo que lleva al acto final a un efecto “acumulativo” de información que lejos de causar sorpresa, es más bien un conjunto de recursos sacados del bolsillo con escaso pudor y que algún puntilloso espectador verá como calco del final de alguna teleserie de Gomez.


La Pena Máxima termina lejos de la complejidad del género en el que se pretende refugiar, dejando otros aspectos como la polémica goleada de 6 a 0 que la selección peruana sufrió contra Argentina, sin explotar el “supuesto arreglo” entre gobiernos detrás del partido y que le hubiera dado un marco mucho más rico a una trama que se anticipa todo el tiempo desde el letargo y el desgano con el que es narrada, yendo directamente a ese batallón de fallidas producciones sobre violencia política en nuestro país como "Tarata" (2009) de Fabrizio Aguilar y "Caiga quien caiga" (2018) de Eduardo Guillot. Buscarle acaso algún referente en series como Better Call Saul, solo podría salir de la mente afiebrada de un fanático.

*La película se encuentra en cartelera en los complejos de Cineplanet, Cinemark, Cinerama, Cine Star, Cinépolis y Movie Time.

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